Azalea, La Negra Santa

Keko: .:morfos:.
Nombre: Azalea
Apellidos: No los recuerda
Clan: Malkavian Antitribu
Generación: Quinta


Físicamente: Atractiva, sensual, suele vestir de negro pero no le hace pegas a ningún otro cromatismo. Una esbelta figura acabada con unos ojos lavanda y un azabache pelo cayendo por sus aparentemente frágiles hombros.


Psíque: Distorsiona pasado, presente y futuro. A causa de ello a vces se comprota como una niña, otras como una sexual mujer y a veces, una melancólica anciana.






Historia:



1.

"Querido, hablas poco. Demasiado poco. Pero para eso ya me tienes a mí, para hablarte.
Me gusta hablar, pero las palabras mueren. Las dices y se desvanecen. Como las flores. Todo lo que dejo en el suelo se marchita y muere. Eso debe significar que la muerte es buena. Si todo muere la muerte debe ser buena, y la muerte es blanca. Blanca como yo... Buena como yo. Papi me decia que fuera buena. Papi siempre tenia razón.

El carrusel gira...

He sido buena...

Llevaba una vida normal con un nombre vete a saber cual en una ciudad cualquiera cuyo nombre no me interesa. Tenia una novia de rubios rizos y pintorrojeados labios de carmín que me follaba a menudo. La hacía gemir una y otra vez dando alaridos al cielo y entonando salmos sacrílegos hacia el paraíso, tal la puta de su Señor.

¡Oh Dios, cuanta gracia los ángeles al caer perdieron!

Y una noche discutí con ella en medio de una calle vacía. Decía haberme descubierto follándome a otras tantas. Me llamaba cabrón, hijo de puta, pero no con el cariño con el que solía llamarmelo. El eco de nuestros gritos resonaron por las paredes y me pareció oir de otras, así que giré mi cabecita e intenté ver a alguien. No vi a nadie así que acabé de discutir y abofeteé a esa zorra. Le escupí. Se puso a llorar. Las lagrimitas cayeron al suelo.
Tube unas margaritas, pero se tornaron negras y secas.

Todo lo que dejo en el suelo se marchita y muere...

El carrusel gira...

Después me alejé dando la espalda a los insultos y lloriqueos de esa escoria y dando patadas de vez en cuando a un suelo inmóvil y pétreo. Me alejé un par de calles girando por la plaza y contemplando los cuervos revolotear en las copas de los arboles y a algunos expectantes encima de las cornisas de los cerrados establecimientos. A lo lejos un ruido de quemazón de goma se oía y un rechinar de un semáforo medio roto. La soledad caminaba junto a mí y junto a una presencia que sentía, que me oprimía poco a poco y cada vez parecía más cercana. Eso me hacia mirar atrás una par de veces. Y te encontré cuando giré la cabeza adelante.

Cuanta decepción...

El carrusel gira...

Me dijiste que fuera a tu lado. Yo te dije hazme tuyo. Lentamente nuestros cuerpos comenzaron a acercarse sin percatarnos, pues nuestras miradas, aun acabando estando a escasos milímetros, parecían lejanas y cóncavas. Acercaste tus labios a los míos a la vez que me acariciabas la mejillas primero con dulzura para después desgarrarmela levemente con pasion. Tus labios se deslizaron levemente por mi cuello y entonces sentí una presión. Clavaste tus dientes en mí en una profunda penetración. Yo apretaba tu cuello más y más, queria sentirte cuanto pudiera. Queria rozarte, lamerte, besarte, follarte. Me humedecía a instantes mientras mis fuerzas se debilitaban, hasta que caí al suelo.

Hay querido, perdona, esta es la historia de como te acabo de matar."


Y la mujer a golpe de tacón se aleja del cadáver mientras el eco repite sus murmullos en una macabra conversación consigo mismo.

"Todo lo que dejo en el suelo se marchita y muere..."